martes, 5 de agosto de 2014

De beyos y abeyas, y de güesos y aguas (parte III y última)

Ah.ayádevos, cueveros!

Vamos a ir dando ya término a este más que largo, larguísimo, artículo, que además trata de un tema inusual en este blog como es la toponimia. Sigo confiando, no obstante, en que sea del interés de barranquistas y espeleólogos.

Tras comentar en la anterior entrada del blog la etimología popular (llamémosla así) del topónimo Aguasaliu (que lo explicaba por el "agua" que "sale" de la foz o de la cueva), dije que en el ámbito académico se ha propuesto también otra etimología, quizás más interesante aún.

Coincide ésta con la otra explicación en lo correspondiente al primer término de la expresión, que sin duda de ningún tipo deriva del latín AQUA, palabra que tanto en asturianu como en castellano se convierte en "agua". No coincide, sin embargo, en lo referido al segundo término de la expresión, que esta otra explicación pone en correspondencia con el término "salia". Como ya vimos en la primera parte de este artículo "salia" es un término prerromano que significaría "río", "curso de aguas", y que con el tiempo acabaría dando nombre a los actuales ríos Sella, Saja y Besaya (entre otros).

Cascada d'Aguasaliu tras la riada de octubre de 2005 que dejó pelada de musgos su toba.

Con esta segunda interpretación del topónimo (aqua + salia), "aguasaliu" vendría a significar algo así como "el agua del río", un nombre aparentemente absurdo -por redundante- para una cascada o un arroyo. Sin embargo, como ya hemos visto sobradamente, estas absurdas redundancias no son infrecuentes al analizar la etimología de muchos hidrónimos. Una objeción más seria sería -a mi parecer- derivar el actual "-saliu" de ese antiguo "salia", ya que como hemos visto tendría que haber evolucionado, a priori, hacia una forma "sayu" o "seyu" en asturianu-llionés. En todo caso, también es posible que presenten una realización fónica rehecha, acaso "castellanizante".

Quien suscribe no posee los conocimientos necesarios para posicionarse entre una u otra explicación etimológica para este topónimo "aguasaliu", pero en cualquier caso no supone un obstáculo para el interés principal de este artículo, que versa sobre la relación entre este "aguasaliu" y los "güesos" que encontramos en el nombre de otro barranco de la comarca oriental asturiana, la Garganta de la Güesal, en Onís.

Garganta de la Güesal.

Y antes de seguir, tengo que realizar un paréntesis y exclamar: ¡Cuánto daño ha hecho a la cultura asturiana la reiterada castellanización de la toponimia en todos sus ámbitos!

A modo de ejemplo quiero traer a colación dos topónimos (del concejo de Llanes y sin relación con los barrancos), el nombre de dos pequeñas poblaciones: L'Agüera (de Meré) y La Llende (de Vibañu).
En el primer caso -L'Agüera- alguien que desconocía las normas de apostrofación de la lengua asturiana vio un artículo femenino completo donde no lo había, y la forma [pretendidamente] castellanizante acabó siendo "La Huera de Meré", y así aparece hoy día en la práctica totalidad de las publicaciones oficiales.
En el segundo caso -La Llende- sucedió todo lo contrario: los cartógrafos de turno vieron un inexistente artículo masculino apostrofado y el pueblo acabó convirtiéndose, en su forma pretendidamente castellanizada, en "El Allende de Vibaño". Ambas formas desvirtúan por completo el significado y el sentido que ambos nombres tienen en asturiano, que además se adecuan a la perfección a las características geográficas de esos pueblos: L'Agüera se ubica en la mecedura de dos ríos importantes, y La Llende de Vibañu se ubica en los límites de esta parroquia, siendo una de las aldeas más elevadas de la misma. Sin embargo, "La Huera" y "El Allende" poco significan y no tienen relación alguna con la orografía y entorno de estos pueblos.

Si comento estos ejemplos es porque en el caso del nombre del barranco del que quiero hablar a continuación, la Garganta del Ríu la Güesal, ha sucedido algo parecido, constando en mapas y documentación de todo tipo con la forma castellanizada "Río la Huesal". Se objetará -con razón- que en este caso el cambio ortográfico (entre las normas de la lengua castellana y la asturiana) no altera el significado del término, ni su etimología, ni -casi- su fonética.

Aquí, sin embargo, es donde voy a comenzar una nueva "conjetura etimológica", pues ¿de verdad este cambio castellanizante La Güesal > La Huesal no nos estará ocultando una pista importante en lo referido al origen de este hidrónimo?

En la Garganta del Ríu la Güesal.

Lo cierto es que el nombre del Ríu la Güesal siempre me pareció muy curioso, y de algún modo intuía que podría ocultar una otra etimología distinta de la aparentemente relacionada con los huesos/güesos. En muchos barrancos nos encontramos con huesos de animales, no tiene nada de particular. Pero precisamente por ello parece un nombre poco definitorio para designar un barranco frente a otro. Ya digo que es sólo una mera conjetura del autor, que no es filólogo.

En todo caso, ¿y si en vez de La Güesal nos enfrentásemos a un L'Agüesal < L'Aguasal? A un servidor no le parece del todo descabellado que se hubiese dado una asimilación semántica, seguramente antigua, entre ambas expresiones, quizás reforzada por la más moderna castellanización (en la forma escrita) de este topónimo.

De ser así, aqua+salia > l'aguasal > la güesal > la huesal, nos encontraríamos nuevamente ante una transformación semántica por un parecido fonético cuando una expresión deja de tener un significado evidente para los hablantes, caso semejante al de los "beyos" y les "abeyes".

El Ríu la Güesal.

¿Y por qué la forma "Aguasal" y no "Aguasaliu" como en los demás ejemplos citados? Sin duda no es lo mismo, pero me parece una vacilación que no es extraña en la lengua asturiana, y por ello creo que es poco significativa. Así, por ejemplo -y sin salirnos de esta comarca del Oriente de Asturias-, tenemos por un lado una surgencia llamada L'Aguañaz en el nacimiento del Ríu las Bolugas (El Mazucu, Llanes), pero también otra surgencia denominada L'Aguañaciu en el nacimiento del Ríu Güeña (La Robellada, Onís).

Una objeción más seria me parece la transformación y cerramiento de la A de "agua" en la E de "güesu". Este cerramiento no es raro en el final de palabras del asturiano oriental (así: "puerte", "sidre", "peñe"), pero es difícil de explicar en el caso concreto que nos ocupa, a menos que fuese sincrónico y propiciado por el cambio semántico que tranformó (si mi conjetura tiene algún sentido) L'Aguasal, un término de significado menos evidente de lo que tuvo que ser antaño (¿acaso significó "cascada"?), en La Güesal, topónimo que es más fácil de explicar para el hablante moderno, asociado a los habituales restos óseos que se hallan en este (y otros) barrancos.

Como ya he dicho, esta explicación del hidrónimo La Güesal a partir de un hipotético L'Aguasal es sólo una conjetura de quien suscribe, y sería difícil demostrar su veracidad. No obstante es posible que exista documentación antigua (medieval, o más probablemente de los siglos XVI-XVIII) que recoja formas previas de este topónimo, que quizá podrían confirmar o rechazar la posibilidad apuntada en este artículo. En todo caso sería una investigación que, a pesar de su interés, excede el planteamiento de este artículo, y probablemente la capacidad de su autor.

Así pues, concluiremos aquí esta larga entrada del blog. Espero que sea del interés de aquellos barranquistas y espeleólogos que entienden nuestra actividad como algo que va más allá de lo meramente deportivo, y que disfrutan de las distintas vertientes y facetas -naturales pero también culturales- que nos brinda este fascinante terreno de aventura que son nuestras foces y beyos.

Saludos soterraños!